jueves, 5 de julio de 2012

PAISAJES CON HISTORIA: LOS PAJARES.

PAISAJES CON HISTORIA: LOS PAJARES.
En el término municipal de San Esteban de la Sierra, donde la pendiente de los caminos procedentes de la Sierra de Francia se amortigua, el relieve tiende al peniplano  y los horizontes se dilatan hasta la Sierra de Béjar y Gredos Central, hay un lugar conocido como Los Pajares.
Los Pajares se hallan en la ladera de los Riscos  orientada  hacia el naciente y las elevadas cumbres nevadas del Sistema Central. Ésta es tierra alta de fríos inviernos, de “cercellás” de influencia norteña, primaveras agradables y veranos más frescos que en el fondo del valle del Alagón.
Habitado desde la prehistoria mantiene junto a la ruta natural y viejo camino arriero los restos de casetas dispersas  con sus respectivos corrales, arruinados ante el abandono de las últimas décadas. De la generalizada incuria se salva alguna caseta restaurada y una vivienda habitada, la única  ocupada de forma permanente en la actualidad.
En un pasado no lejano varias familias tenían aquí su residencia habitual y otras utilizaban casetas y corrales temporalmente cuando se practicaba la trashumancia  en la localidad, beneficiándose de las distintas condiciones  medioambientales existentes entre este paisaje y el fondo de la fosa del Alagón donde se halla San Esteban.
En la segunda mitad del pasado siglo aun había vida en el disperso caserío. Las casetas se arreglaban, las paredes de los corrales y cercas se levantaban, los caminos estaban despejados,  las fuentes limpias, los prados esmeradamente cuidados, los campos de cereal, fresas y huertos bien estercados, las eras perfectamente conservadas…Y lo que humanamente es más importante, había un grupo de personas, miembros de diferentes generaciones donde los niños aprendían de los mayores las tareas agrícolas y ganaderas pensando, como históricamente había sucedido, que serían los herederos de aquellas prácticas agropecuarias, situación que los nuevos tiempos han trastocado.
La vida de antaño, austera como en gran parte del agro español, apenas permitía dispendios y holganza. Gran excepción eran algunas  tardes-noches de verano cuando tras la jornada laboral los pastores-gaiteros-tamborileros  organizaban su particular fiesta. Salvedad debieron ser también  las fechas de romería por San Juan y San Pedro, seguramente recordando aquellos lejanos tiempos en los que la ermita allí ubicada, ermita de San Juan, recibía culto varios días al año, en tiempos de siembra y durante agosto. Ya en el siglo XX, el santuario, estratégicamente situado al borde del camino, había perdido la función primaria y los restos pétreos eran aprovechados para construcciones cercanas.
Durante varias décadas seguidas, la emigración rural y los sucesivos  cambios socioeconómicos y culturales fueron mermando población y actividad en aquel reducto de especial importancia ganadera en el que vacuno, ovino y caprino habían convivido durante siglos.
En los primeros años del siglo actual la cabaña caprina y la trashumancia  habían desaparecido. El ganado ovino entró en fase de retroceso para después desaparecer quedando como testimonio del pasado ganadero exclusivamente la ganadería vacuna.
En la memoria colectiva de los habitantes de San Esteban y en especial de quienes vivieron en los Pajares, conocidos por todos con el sobrenombre de “los de los Pajares”, hay largas historias y vivencias que con el paso de los años se irán perdiendo al tiempo que desaparecen los primitivos pobladores.
Aquí vivieron “los renteros”, personas que explotaban hacienda ajena y propia, cuidaban el ganado, sembraban, segaban a mano y trillaban con yuntas de vacas o caballos. Los pesados y lentos  carros, casi  siempre tirados por vacas, eran el medio de transporte de cereal, heno, leña, estiércol u otros productos del campo.  Tal práctica no existía en el núcleo de San Esteban donde el ganado mular  era el que llevaba sobre sí la carga.
Aquí vivieron “los cabreros”, pastores de la localidad de San Esteban que durante el período más cálido del año habitaban las casetas y guardaban en los contiguos corrales las cabras. Cada día el vecino de turno de San Esteban, al que le tocaba la “duda”, subía con caballería, serón y cantarillas a ordeñar las cabras propias y las de los vecinos de la misma piara. El pastor, conocedor de las cabras de cada uno organizaba el ordeño de las doscientas o trescientas cabras, según los casos, que componían el rebaño. Cerradas las cantarillas con corcho y “hojato” se introducían en el serón, se llevaban al pueblo y distribuían a sus propietarios.
Hasta aquí llegaron en otras épocas los cerdos de la localidad guiados por el “porquero” quien pastoreaba por las viejas veredas hasta el territorio del Majadal. Hasta aquí también llegaba el “vaquero”; de ahí la existencia del corral de las vacas en el mismo Majadal. Son oficios extinguidos como el de “mulero” que al igual que el anterior pervivió durante parte del siglo XX.
En un camino de transito arriero y salvados los mayores escollos orográficos, no es extraño que en época pretérita existiera algo parecido a una venta, un ventorro, según parece similar al que hubo en la encrucijada de este camino y el que desde Tamames  conduce hasta Béjar.
Los niños que antaño vivieron aquí y cada día iban a la escuela de San Esteban recorriendo los cuatro kilómetros de distancia, todos excepto “Paquín, el de los Pajares”, viven en el pueblo o en la ciudad. Algunos de ellos  recuerdan con añoranza el pasado en los Pajares aun reconociendo la dureza de aquella existencia, posiblemente no más ingrata que la de tantas y tantas zonas rurales de España en el siglo XX. Y es que un halo especial envuelve vida y paisaje cuando resuenan los ecos del pasado y se reviven a través de los sentidos los fríos días del invierno, las cercellás, la nieve, el viento, el fuego en el hogar y las infernales tormentas; los achicharrantes días de trilla dando mil vueltas en la parva y las pesadas jornadas de la recolección de la fresa; los amaneceres en la era y las correrías vespertinas; los ruidos del bosque y de la noche, el canto del cuco y la oropéndola, el tintineo de las esquilas y el sonoro cencerreo de las vacas; el arreo del ganado y el ordeño de las cabras; los olores de los tomillares, de espinos y  campos de fresas al despedirse la cosecha;  la gustosa tortilla de la merienda,  los productos de la matanza, la ensalada de pamplina,  las patatas caldosas recién preparadas a la lumbre y la carne asada; las imágenes de la sierra nevada, de las verdes y floridas praderías, de la bella rosa de peonía, de los perfumados y diminutos narcisos de los Riscos; el tacto  áspero de tierra, piedra y leña  frente al suave y esponjoso musgo sobre la roca húmeda; las advertencias de los mayores acerca de alacranes y víboras,  las historias del lobo y sus matanzas; tantas y tantas historias en vendimia, en la era o al calor de la lumbre… Historias de pérdidas de cosechas, de emigración a las Américas, de tristes sucesos y de otros placenteros de bodas o fiestas. Y entre las bellas historias, una  acaecida en esta tierra.  A saber:
Siendo emigrante en Argentina el tío Kiko Motril, natural de San Esteban, y habiendo recibido noticias de que los padres de su prometida, que habitaban en los Pajares, querían casarla con otro, cruzó el Atlántico, llegó a San Esteban, dio aviso secreto a su pretendida, prepararon los papeles y en el mayor de los sigilos emigraron Kiko y Avelina de nuevo allende los mares. Años más tarde retornarían a San Esteban donde vivieron hasta su muerte en la segunda mitad  del siglo XX.
Vida y paisaje de los Pajares, como de tantos lugares de nuestra geografía, agonizan al ritmo acelerado de los tiempos sin que pueda entreverse una nueva sociedad y un nuevo paisaje garante del diario sustento y las satisfacciones que demanda nuestro mundo actual.
Es cierto sin embargo que hubo una vieja cultura, olvidada hace siglos y escasamente conocida,  que a tenor de los restos hallados  debió ser próspera. Los Pajares y áreas circundantes ofrecen una magnífica muestra  de la milenaria cultura de los lagares de la que de forma gradual vamos teniendo mayor información.
Joaquín Berrocal Rosingana.

1 comentario:

  1. Cualquiera que haya tenido la suerte de ser alumno tuyo en la escula de turismo de Salamanca, sabrá que hacer una visita a tu casa rural será una experiencia muy enriquecedora.Me alegro mucho de haberte encontrado y prometo hacerte una visita. Un abrazo. Maria.

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